BUENOS DÍAS
- A.T.T.
- 12 ene 2021
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 15 may 2021
Abro los ojos, la habitación está totalmente a oscuras. Estoy un poco desorientada y con la vejiga que me va a explotar, no puedo aguantar más. Me levanto y rodeo la cama. Sigo el perfil de la cama con mis piernas para no caerme. No sería la primera vez que me tropiezo, si lo hago constantemente en mi propia habitación.
Al abrir la puerta la luz de la mañana me ciega. ¿Pero qué hora es? Llego al baño con los ojos pegados. Me observo en el espejo, menudas pintas llevo. Pero en mi rostro se asoma una sonrisa y los ojos brillan como nunca. ¿Será verdad eso que los orgasmos te hacen ver más radiante?
Vuelvo corriendo a la cama, hace frio y solo llevo una camiseta. Me tapo con las mantas y me acerco a su cuerpo. Le pego mis pies congelados a sus piernas. Sé que lo he despertado, su respiración cambia de ritmo.
Tira de mis brazos para que nuestro contacto sea más estrecho. Mis mejillas se aprietan contra su espalda e inhalo su aroma. Se gira para quedar frente a frente. A pesar de la oscuridad que baña la habitación encuentra mis labios y posa en ellos un beso rápido. “Buenos días preciosa” escucho bajito. Me encanta que me llame preciosa. Mis pómulos se levantan y aparece una sonrisa en mi rostro.
Mis manos buscan su cuerpo, recorro su torso mientras me acerco más a él. Sus manos agarran mi trasero para atraerme aún más. Nuestras bocas se buscan. Sus caricias suben por mi espalda, y se posan en mi cuello.
La temperatura de la habitación ha subido, y mucho.
Separo nuestros labios, con el poco autocontrol que me queda le digo: “Si seguimos así no podremos parar, estaría bien hacer algo productivo hoy”.
¿Pero porque digo eso? Está clarísimo que me quedaría todo el día en esta cama.
A pesar de mis vagos esfuerzos por salir de la habitación, él no se separa ni un milímetro de mí, es más, sus besos se vuelven más intensos. Sus manos recorren mi cuerpo con ansia.
Decidido, hoy no salimos de la cama. Adoro cuando me besa el cuello y sigue por la clavícula a la vez que acaricia mi espalda. Deja una cachetada en mis nalgas. Cuando acaricia mi cuerpo siento como si al menos ocho manos me venerarán.
Me giro y lo recuesto en la cama. Recorro su pecho con las yemas de los dedos. Lamo sus pezones, soplo en el último segundo produciendo un escalofrío en su piel. Sigo bajando por su torso. Dejando un rastro de besos a mi paso. Me detengo en la línea de la cintura. No hay cosa que me atraiga más que unos abdominales oblicuos marcados. Los recorro con mis dedos y lamo con mi lengua.
Escucho como se le agita la respiración. No me puedo resistir más. Introduzco su pene en mi boca, lo humedezco con mi saliva y lo recorro entero con su lengua. Succiono el glande mientras lo masturbo con la mano.
Su respiración se agita cada vez más. Sus muslos se tensan. Los glúteos se contraen. Un gemido ahogado se escapa mientras yo sigo succionando con mi boca.
Me detengo un segundo a respirar. Aprovecho para colocar su erección entre mis generosos pechos. Nuestros ojos, ya acostumbrados a la oscuridad, se miran con deseo. Siento como baja su mirada a su pene. Su boca se abre ligeramente y se escapa un gemido gutural al ver como mis tetas le provocan un placer tan intenso.
Me toma por las muñecas y me recuesta en la cama. Su peso me inmoviliza mientras sus dedos buscan mi entrada. Los labios están húmedos y mi clítoris erecto. Acaricia suavemente los labios exteriores extendiendo mi humedad. Siento sus caricias delicadas, como resbalan en mis jugosos pliegues. Los introduce dos dedos en mi interior, acariciando el que ya sabe que es mi punto predilecto. Gimo de placer al sentir sus dedos dentro de mí.
Ambos estamos deseosos de más. Con mi mano agarro su polla y la dirijo a mi entrada. Con mi mirada animo a que me penetre. Es lo que más deseo en este momento. Parece que él también.

Después de un buen rato de ejercicio intenso, múltiples orgasmos, muchos gemidos, unos cuantos azotes, miradas intensas y besos apasionados que reclaman más, terminamos saciados, por el momento. Nuestros cuerpos descansan uno sobre el otro agotados. No quiero moverme ni un milímetro ahora mismo.
Los parpados me pesan, me quedo dormida sin darme cuenta. Cuando los vuelvo a abrir la cama está vacía. Mi cuerpo siente su ausencia y me ha despertado. A penas abre dormido unos minutos, pero estoy en la gloria.
Recojo la camiseta que me dejo ayer para dormir, para él será una camiseta, para mí un camisón. Cubro con ella mi cuerpo desnudo. Al pasarla por mi cabeza me detengo apenas un segundo a oler el discreto aroma que desprende esta camiseta a él.
Salgo de la habitación para ir en su búsqueda.
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