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LA EXCITACIÓN DE LOS JADEOS

  • A.T.T.
  • 9 jul 2021
  • 3 Min. de lectura

Entro en casa, estoy agotada, los días se están volviendo cada vez más duros en el trabajo. Necesito un respiro, quiero despejarme. Lo que más me ayuda a liberar estrés es el gimnasio, pero a estas horas esa opción es inviable. La segunda unas cervezas con los amigos, pero me da que todos tienen planes. Tendré que decantarme por la tercera opción, los orgasmos.

Tengo al pobre vibrador constantemente sin batería. Que acertado fue hacerme ese auto regalo, de hecho, debería ampliar mi colección.

Antes de encender mi pequeño tesoro abro mis redes sociales. No me acordaba que no las había revisado en toda la tarde. Están que echan humo. Ahora si que tengo material para liberar mi estrés. Contesto los chats según mis prioridades. Se perfectamente lo que me voy a encontrar en cada uno de ellos, aunque alguno me sorprende. Conversaciones subidas de tono, fotos que harían avergonzarse al mismísimo diablo. Unos minutos después estoy encendida y con ganas de pasar la noche acompañada.

Es tarde, un martes, pero yo no tengo sueño. Y de pronto lo tengo claro. Se a quien hablar. Hoy no es el día de jugármela a cara o cruz. Hoy necesito que me vacíen la mente a ritmo de estocadas, que destensen todos mis músculos con orgasmos.


No tengo que esperarlo demasiado. Ambos sabemos que nuestros cuerpos se echan de menos. A penas tiene que estimularme. Con él siempre estoy húmeda en un abrir y cerrar de ojos. Nos devoramos mientras nuestras manos exploran el cuerpo del otro. Mientras nos encendemos para lo que está por llegar una proposición me excita y me agrada a la par. Follaremos a la vez que calentamos a otra mujer. Así que con móvil en mano me pone a cuatro patas y me embiste. Mis labios se dilatan rápidamente para acogerlo dentro. Su polla esta increíblemente dura y erecta. Pero entra con una facilidad fuera de lo normal para no haber estimulado mi vagina. En cuestión de segundos mis labios se abren para recibir sus estocadas. Mi sexo esta muy húmedo, y más que lo estará en unos minutos. Cada penetración es una punzada de places en mí bajo vientre. No puedo controlar, ni quiero, mis gemidos. Cogemos el móvil y grabamos esas estocadas rápidas, certeras, profundas y placenteras. Grito en cada una de ellas. Y mientras nuestro goce sigue, recibimos instrucciones. Nos quiere ver más despacio. Así que después de un orgasmo increíble cambiamos de postura. Ella quiere lento, pues eso le vamos a dar. Me meto su polla en la boca. La introduzco hasta lo más profundo de mi garganta. La succionó a medida que entra y sale de mi boca. Sus gemidos me indican que le gusta. Ha echado de menos estos labios juguetones. Me esmero al máximo para escucharlo revolverse de placer. Mi lengua recorre su miembro por completo humedeciéndolo. Estoy tan centrada en lo que hago que no me percato cuando él toma el móvil. Me graba diciéndole, entre jadeos, lo obediente que soy.

Cuando nuestros cuerpos no resisten más la excitación me incorpora. Me subo ahorcajadas sobre él y lentamente me introduzco su polla en mi interior. Estoy tan húmeda que entra sin ningún esfuerzo. Mi vagina lo acoge. Nuestros cuerpos están hechos para encajar. Subo y bajo para obtener mi propio placer. Me siento poderosa en esta postura, me gusta cabalgar bajo su atenta mirada. Esa mirada de lujuria que deben desprender también mis ojos. Me acelero a medida que mis muslos se tensan. Un cosquilleo recorre mis paredes. Contraigo mi vagina, dándole más intensidad a las penetraciones. Y de pronto una descarga recorre mi cuerpo, un impulso que viaja a través de todos mis músculos. Me siento como golpeada por un rayo. Aminoro el ritmo de mis movimientos y me dejo llevar absorbiendo cada gota de placer.


Mi cuerpo está exhausto, ahora mismo es un muñeco de trapo. Me dejo caer en la cama. Pero él quiere más, y porque negarlo, yo también. Me tumbo boca arriba, el se coloca entre mi piernas y me vuelve a penetrar. Con sus manos agarra mis nalgas y las eleva. Con las rodillas casi en mi pecho sus estocadas son increíblemente profundas. Mis jadeos se convierten en gritos de placer, los ojos se me ponen en blanco. No puedo contener todas estas sensaciones, me dejo llevar, suelto el control de mi mente. Bombea en mi interior sin perder el ritmo, buscando la máxima profundidad. Me agarra del cuello y mientras nos miramos fijamente disfrutamos de cada segundo. Se que el también está al borde del orgasmo. Se que verme disfrutar es lo que más le gusta, así que me libero totalmente, grito, tiemblo, jadeo y me corro brutalmente empujándolo a su orgasmos.


Unos minutos para tomar un respiro nos valen para volver a la carga. Soy insaciable a su lado.

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